Suena a redundancia, pero no lo es. Clint Eastwood con todas sus limitaciones, logra llenar de marcas la pantalla cada vez que trabaja. Desde su Blondie, en la trilogía del dólar hasta su John Wilson de Cazador Blanco, Corazón Negro.
El comentario general sería: “Siempre hace el mismo papel, pero qué bien que lo hace”.
Con este prólogo, puedo empezar con mi reseña.
Gran Torino no me llamó la atención en lo más mínimo cuando fue lanzada. Empezó a hacerlo una vez que vi esa gran película que es El Sustituto. Y entendí que por ahí en ese doblete (recordemos que Clint saco estas dos películas con un par de meses de diferencia) podía encontrar otra obra de arte, como Río Místico.
Debo decirles amigos que me quedé con las ganas. Me encontré con un Harry el Sucio jubilado, renegado y peleado con Dios y la Madre Santísima.
Walt es un anciano peleado con la vida. Héroe en la segunda guerra mundial, acaba de perder a su esposa y vive distanciado de sus hijos. Es un tipo rudo que tiene la suerte de tener de vecinos a esos orientales que “mataba a rolete durante la guerra”.
Donde las pandillas de latinos y chinos afloran, Walt se da cuenta que nada, absolutamente nada es como antes. Ni siquiera puede reconocer a sus nietos (adolescentes ya) como gente de fíar o un modelo a seguir.
Para colmo de males, su vecino, uno de esos ponjitas buenos pero que se equivocan, intenta robarle el auto, el famoso Gran Torino del título. Walt le dará el escarmiento de su vida, le dirá “Hay Tabla” pero le dará una enseñanza que todos esperamos vuelque la pantalla.
Tan ambiciosa como Million Dollar Baby (otro pelotazo) y con golpes bajos por todos lados, Gran Torino nunca avanza (encima eso, es increíblemente lenta). Como al auto, Clint Eastwood cuida la película en forma excesiva: le pasa el lustre, lo muestra limpito y cuando todos queremos que encienda el motor, apenas está pisando el embrague.
Lo que alguna vez pudo funcionar en Los Imperdonables (personaje rudo en busca de la redención), hoy con Gran Torino ya no funciona. Clint Eastwood se come la película y lo digo en el peor de los sentidos: no deja espacio para que nada ni nadie haga una actuación al menos destacable.
¿Y el prólogo dirán ustedes? Hablaste de Clint Eastwood como si fuera el Dios de la actuación. Empiecen a conocerme amigos. Cuando me preguntan si creo en Dios les contesto: depende el día. Y hoy no es uno de esos días.